miércoles, 9 de abril de 2008

TRAS LAS FRAGATAS DE LAPÉROUSE

Hago una reseña de una exposición de extraordinario interés que tiene lugar en París, a través de las informaciones aparecidas en "Le Figaro".

Hace 220 años, la expedición dirigida por el navegante acabó en un naufragio en el Pacífico Sur. A partir del día 28 de marzo, el Museo de la Marina de París recupera esta trágica epopeya.


Se cierne sobre nosotros una terrible noche de tempestad. Corre el año de 1788. Estamos inmersos en una espantosa pesadilla a algunas millas de la Isla de Vanikoro, un pedacito de tierra olvidada en mitad del Pacífico Sur (hoy perteneciente a las Islas Salomon)... Es “El misterio Lapérouse” que se puede visitar desde el día 28 de marzo en el Museo de la Marina de París. En él el visitante tendrá la oportunidad de asistir como protagonista al naufragio de “La Boussole” (‘La Brújula’) y de “L’Astrolabe” (“El Astrolabio”) gracias a una reconstrucción filmada en tres dimensiones.

Los dos navíos comandados por el oficial de la Marina Real Jean-François de Galaup, Conde de Lapérouse, habían dejado Brest tres años antes para explorar los Mares del Sur. La historia comienza por su trágico final, hace 220 años, y el Museo de la Marina de París viaja en el tiempo para reconstruir esta epopeya trágica y fascinante.

Un avance intolerable

Una mirada al pasado. A comienzos de los años 1780, los ingleses aventajan a los franceses en la carrera por explorar el Pacífico, ventaja que los franceses no pueden tolerar. Luis XVI cree que Francia debe enviar a los mares lejanos no sólo marinos aguerridos, sino también hombres de ciencia. Se trata de cartografiar, explorar, estudiar los pueblos, la fauna, la flora... sin olvidar, a la vez, objetivos estratégicos y económicos. El fin es lograr un puesto en la escena marítima al tiempo que se estudian posibles relaciones comerciales. El rey está tan comprometido en el proyecto que él mismo escribe las instrucciones de su puño y letra. De ahí la oportunidad que nos ofrece la exposición de ver uno de los escasísimos documentos autógrafos de Luis XVI.

El Rey Luis XVI participa en los preparativos de la Expedición de Lapérouse.

La misión se confía al Conde de Lapérouse, que una miniatura muestra como un hombre de rostro aniñado. No nos debemos dejar engañar, porque el Conde ya había probado ser un marino de talento. El primero de agosto de 1785, las dos fragatas “La Boussole” y “L’Astrolabe” dejan el puerto de Brest con 220 marinos y científicos a bordo. No hay imágenes del momento en que los navíos parten. No importa. El Museo de la Marina tiene elementos suficientes para contarnos la expedición de principio a fin, sin ahorrar detalle.

“Conocemos muy bien la singladura, ya que todo fue reseñado en el diario de abordo y en los correos”, explica Hélène Tromparent de Seynes, una de las comisarias de la exposición. Junto a estos valiosísimos documentos, enviados durante la singladura, los vestigios descubiertos como consecuencia de las sucesivas campañas de búsquedas submarinas llevadas a cabo en Vanikoro o de los objetos de la época, permiten reconstruir los episodios de la aventura. Se sabe también por el cargamento, las compras de porcelana china que habían realizado en Macao, gracias a las vajillas que se han recuperado en las últimas excavaciones. Se tiene conocimiento, además, de los sufrimientos que padecieron en el curso de la ruta, como los 21 miembros de la expedición que perecieron ahogados en Alaska en 1786 o los diez que fueron asesinados al año siguiente en la Isla de Samoa por los indígenas.

Un auténtico mito

En 1788, tras una probable escala en Nueva Caledonia, “se hace un silencio absoluto”, resume Marjolaine Mourot, otra comisaria de la exposición. Se emprende la búsqueda. La primera expedición parte en 1791, pasando muy cerca de Vanikoro donde, si hubiesen hecho escala, probablemente hubiesen encontrado algunos supervivientes del naufragio. Finalmente en 1828 es un aventurero irlandés, Peter Dillon, que pone pie en Vanikoro y trae pruebas que dan fe del naufragio de las naves de Lapérouse. Dumont d’Urville le sigue unos meses más tarde. Nace entonces un auténtico mito que ha perdurado hasta nuestros días. De 1960 a 2005 las primeras campañas recuperan objetos. Un poco más tarde verdaderas campañas arqueológicas han permitido desvelar los enigmas. La exposición del Museo Marítimo de París, “El Misterio Lapérouse” no resulta menos apasionante.

Las últimas campañas para recuperar los pecios han permitido resolver una gran parte del misterioso naufragio.


En el curso de los últimos decenios, Vanikoro (Islas Salomon) ha atraído a un sinnúmero de misiones arqueológicas organizadas por la Asociación Salomón creada por los aficionados de Nouméa. En el curso de una de dichas expediciones en 1999, se han descubierto los restos de un campamento en tierra firme de los supervivientes del naufragio. Por otra parte, los miembros del Departamento de Búsquedas Arqueológicas Subacuáticas y Submarinas (Départament des recherches archéolgogiques subaquatiques et sous-marines, DRASSM) han explorado especialmente la falla donde pereció una de las dos fragatas, lugar que entraña grandes dificultades. “Es una falla muy estrecha y oscura, una hendidura en el coral”, relata Michel L’Hour, Director de este servicio del Ministerio de Cultura. Pero es allí, en esas aguas turbias por el polvo de coral y donde no existe huella visible del naufragio, donde en 2003 se descubren los primeros indicios del mismo y después el pecio al completo.

“Lo que hizo renacer el interés por este lugar”, como testimonia Michel L’Hour. En 2005, un equipo reemprende la ruta de Vanikoro para concentrarse en la ingrata sima de la falla, verdadero callejón sin salida o ‘cul-de-sac’ submarino.

Los arqueólogos tienen ahora ocasión de cerrar una de las grandes incógnitas del “Affaire Lapérouse”, a saber, cuál de los dos navíos, si “El Astrolabio” (“L’Astrolabe”) o “La Brújula (“La Boussole”) había naufragado realmente en esta falla. “Al principio no encontrábamos nada”, recuerda Michel L’Hour. “Después, comenzamos a recuperar instrumentos de navegación y, finalmente, la prueba definitiva: un sextante que llevaba la inscripción “Mercier”. Alain Conan, de la Asociación Salomón, comprobó entonces que había un sextante realizado por un tal señor Mercier en el inventario de “La Boussole”.

Después de tal cantidad de hallazgos ¿queda aún algún secreto por desvelar en Vanikoro?.

“El Misterio Lapèrouse” se puede visitar hasta el 20 de octubre en el Museo Nacional de la Marina, Palacio Chaillot, Plaza del Trocadero, 17, París.

Fuentes: Marie-Douce Albert, aparecido en la edición digital de “Le Figaro” el 27/03/2008, traducción de Paloma Martín

2 comentarios:

Náufrago dijo...

Para los que quieran profundizar algo más en el tema, "dracir", del foro de Delacroix, nos recomienda el libro "L'énigme LAPEROUSE"
de Yves Jacob.

En internet:

http://www.amarre.com/html/historias/lobos/laperouse010.php

http://www.thereportage.com/?p=1&ida=545&PHPSESSID=e9e9f1225fda3e0577f0933534370b5d

http://www.divetheblue.net/pdf/artVanikoro.pdf

http://books.google.es/books?id=NYcBAAAAYAAJ&pg=PA278-IA3&lpg=PA278-IA3&dq=el+enigma+laperouse&source=web&ots=fsT_8LtXO9&sig=pdy1paFn-34pNEn12dHuX-LNa9k&hl=es#PPP11,M1

Barcos y enigmas, ¿qué más se puede pedir?

Náufrago dijo...

Dentro del propio museo francés se puede hacer un recorrido virtual:

http://www.musee-marine.fr/public/virtuel/laperouse/index.html